Un profundo cambio en el tipo de sanciones penales aplicables en contextos de delincuencia en el ámbito empresarial y en relación a delincuencia medioambiental es lo que viene con la Ley de Delitos Económicos. La controvertida norma busca mejorar el tratamiento vinculado a los delitos conocidos como “de cuello y corbata” y el cumplimiento real de las sanciones y, por ejemplo, extiende de 20 a 200 el catálogo de delitos.

Los expertos coinciden en que abre un complejo panorama, especialmente a nivel de compliance, que si bien apunta a combatir la impunidad y prevenir los delitos económicos, y ahora también los ambientales, obliga a las empresas a cuestionarse respecto de qué tan maduras están para enfrentar los cambios, cuáles serán los beneficios o los desafíos, o incluso, por dónde comenzar.
Para Verónica Benedetti, socia de Forensic en Deloitte, estas modificaciones traerán diversas repercusiones en el mundo empresarial, entre ellas, que las compañías deben adaptar sus modelos compliance, procesos y controles a los nuevos detalles de la normativa.
“En Chile existen distintos niveles de madurez entre las empresas sobre estos temas”, dice Benedetti, acotando que las más maduras tendrían que adaptarse obligatoriamente, y también de mejor manera, a los cambios que demanda la nueva ley promulgada en agosto.
A su juicio, las compañías con menos madurez tendrán que generar esfuerzos más grandes para implementar o fortalecer sus modelos de compliance, lo que incluye la “identificación de riesgos y controles, implementación de canales de denuncias seguros con procesos de investigación que den garantías a las partes involucradas, revisión de terceras partes, capacitación y difusión, y chequeo del modelo por terceros, lo que permitirá una mejora continua”, dice.
Jorge Boldt, académico de la Universidad de Santiago de Chile (Usach) y abogado y máster en Derecho Penal coincide con la socia de Deloitte y destaca que hoy las empresas que no contaban con un estándar de políticas internas tan robustas, solo tendrán un año -período marcado por la normativa- para ponerse al día con “una tarea que no es fácil”, afirma. La mayoría tendrá que incorporar en sus procesos internos “todo un conjunto de sistemas de control de riesgos que antes no formaban parte de sus deberes”, dice, sobre algo que considera “una carga enorme en cuanto a esfuerzos, trabajo y costos”. Y añade un punto que considera clave para partir: “Nada de esto es posible sin un grado importante de compromiso que venga desde la alta dirección”.
El rol de la ética
¿Por qué las empresas fallan en la prevención del fraude, caen en la corrupción y cometen delitos económicos? Son muchas las razones, dice Verónica Benedetti, pero observa una patrón en aquellas que lo hacen: tienen una cultura de organización deficiente, falta de recursos, tecnología y supervisión, y mucha presión financiera.

Para evitar ese tipo de escenario y las severas sanciones que vienen, la ejecutiva aconseja a las organizaciones “establecer políticas y procedimientos claros”, así como “promover una cultura de ética e integridad”.
Esa estrategia hoy es clave, acota Jorge Boldt, pues los equipos de ética pasarán a tener un rol preponderante. Además, estas áreas acumularán un volumen de trabajo que antes no tenían. “Estos equipos deberían pasar a ser parte de aquellas áreas consideradas fundamentales en la empresa”, afirma.
Frente a esta realidad, la socia de Deloitte proyecta que las empresas deberán “necesariamente” destinar un mayor presupuesto destinado a la prevención de estos delitos.
“Esto demanda esfuerzo y mayores recursos, además de un cambio cultural. Para las empresas que no han pasado por esto aún, puede que no visualicen el valor de contar con un modelo de compliance robusto. Esto fortalece la confianza dentro de la empresa y también con los distintos stakeholders”, comenta.
Si bien la nueva estructura normativa forja un camino largo de adopción para algunas firmas menos preparadas, y pese a todo el debate que se ha generado en torno a la ley, el escenario luce positivo de cara al futuro. Para el académico de la Usach, lo que veremos ahora son sistemas de control internos “más sofisticados”, lo que debería traducirse en que las buenas prácticas se generalicen aún más y otras, incluso, mejoren.